Cuando los impresionistas preferían el papel al lienzo.

HELENA CELDRÁN 20.02.2012

Una exposición reúne obras en papel de Manet, Renoir, Gauguin, Pissarro... Los maestros del impresionismo encontraron en el dibujo, el pastel y la acuarela el modo de capturar con rapidez la fugacidad del momento que tanto perseguían. Degas, Cézanne y Toulouse-Lautrec crearon algunas de sus obras más famosas lejos de la majestuosidad del lienzo.


Manet, Degas, Gauguin, Renoir, Toulouse-Lautrec, Cézzane, Pissarro, Seurat... La obra de los grandes artistas del impresionismo no suelen relacionarse con la humildad mate del papel, sino con el brillo de sus cuadros. No sólo utilizaban el modesto medio para los bocetos que precedían al óleo. Cada vez comenzó a ser más habitual que las obras empezaran y terminaran en el papel.


Los pasteles de Degas, las acuarelas de Cézzane y los retratos de Toulouse-Lautrec -que mezclaban lápiz y pintura- se hicieron para ser expuestos tal cual, sin un lienzo que los continuara. El museo Albertina, en Viena (Austria) expone, desde este mes y hasta el 13 de mayo, una ambiciosa recopilación de dibujos, pasteles y acuarelas de las primeras figuras del Impresionismo y el Postimpresionismo. 


Con más de 200 obras, la muestra, titulada Impresionism: Pastels, Watercolors, Drawings, agrupa pequeños tesoros que complementan a las famosas obras de artistas que revolucionaron las convenciones artísticas, también creando sobre papel, un medio considerado como secundario desde el Renacimiento. Capturar la 'impresión' Édouard Manet (1832-1883) fue uno de los autores que más partido le sacó al lápiz. 


Con un estilo de trazados veloces y básicos, dibujaba en la calle, en los museos y en las cafeterías capturando "una nimiedad, un perfil, un sombrero". El artista veía en ese sistema el único modo de "entrenar el ojo y la mano". Salvo en sus retratos a pastel, sus obras a lápiz no parecen terminadas, lo que acentúa la espontaneidad y el dinamismo de las escenas. Claude Monet (1840-1926), que acuñó sin quererlo el término impresionista, perseguía precisamente la impresión visual de la manera más fiel posible. 


Los colores y la luz del exterior eran un terreno plagado de momentos fugaces. El apunte rápido con lápiz y colores pastel permitía al artista capturar el agua cambiando de tonalidad conforme fluía, los reflejos que diluían lo tangible. Edgar Degas (1834-1917) y los gestos inmediatos de las bailarinas; la adicción a la práctica y las acuarelas de colores pastel de Pierre-Auguste Renoir (1841-1919); la pasión de Paul Gauguin (1848-1903) por la Polinesia... La exposición del Albertina descubre los rasgos más característicos de la obra de los grandes del impresionismo también sobre trabajos poderosos y poco reconocidos que se esconden con timidez tras el poder del lienzo.


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'Arlequín y Colombina', de Edgar Degas, creada alrededor del año 1886 en pastel EDGAR DEGAS -
 © BELVEDERE, VIENNA

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